¿Y qué pasó con Mercedes?

Aspectos de la corta y anónima vida de la mujer cuyo nombre simboliza a una de las mejores marcas premium del mundo.
Por MBenz.expert
Los expertos ya lo saben: Mercedes no es la hija ni la esposa de Karl Benz y tampoco de Gottlieb Daimler, fundadores de las empresas Benz & Cie y Daimler-Motoren-Gesellschaft (DMG) que en 1926 se fusionaron para sobrevivir a la quiebra con el nombre de Mercedes-Benz.  Lo curioso es que la  nueva empresa no se haya bautizado Benz-Daimler, Karl-Gottlieb, Benzler, Daimbenz, Bertha-Emma (en honor a sus respectivas esposas) o fórmulas similares, sino que su mundialmente conocido nombre haya sido dictado por el azar. En efecto,  a principios del siglo XX hizo su entrada en escena el excéntrico Emil Jellinek, quien había acumulado una importante fortuna comercializando productos africanos en Europa, lo que  le abrió el camino para ser nombrado vicecónsul austriaco en Mónaco. Desde ese cargo conoció de cerca los caprichos de los consumidores de la Costa Azul con quienes compartía el automovilismo deportivo y otras peculiares  aficiones de la época. Enterado de ventajas competitivas de los Peugeot con motores Daimler, se trasladó a Cannstatt para visitar las instalaciones de DMG y reemplazó su Benz de gas por un Daimler de mejores prestaciones que con sus 24 km/h atrajo de inmediato la atención de sus amistades. Entre 1900 y 1909 fue miembro del consejo de administración de DMG y por esa época pidió a la fábrica otros cuatro automóviles capaces de alcanzar 40 km/h, tres de los cuales le vendió al barón Henri de Rotschild, con la estrategia comercial de aguantar a que saliera en su automóvil Panhard por la colina de La Turbie, en el sur de Francia, y sobrepasarlo en subida para esperarlo después con su elegancia intacta en el punto más alto. De inmediato encargó seis automóviles Daimler Phoenix con la condición de que tuvieran motores de cuatro cilindros ubicados en la parte delantera. Una vez vendidos todos los autos siguió haciendo pedidos condicionados a sus necesidades comerciales y deportivas con sonoros fracasos que antes de amedrentarlo terminaron motivándolo a encargar en 1900, bajo sus propias especificaciones, 36 automóviles de 35 hp por la suma de 550.000 marcos oro alemanes,  imposible de rechazar por los directivos de Daimler, quienes de paso nombraron agente exclusivo de DMG con participación en las utilidades de las ventas en Francia, Bélgica, Austria, Hungría y Estados Unidos. “No quiero un coche para hoy o mañana —dijo Jellinek cuando hizo el pedido— este será el coche del día que marcará una época”.
La otra solicitud fue vista más bien como un irrelevante exceso emocional: los autos debían llevar el nombre de Mercedes, su hija. Pero uno de esos futuristas automóviles ganó la carrera Niza-Selon- Niza de 1901 a una velocidad inédita de 51 km/h y dos días más tarde alcanzó 86.1 km/h en la Promenade des Anglais, la vía más famosa y concurrida de la ciudad. Paul Meyan, secretario general del Automóvil Club de Francia, en un célebre artículo afirmó: “hemos entrado en la era Mercedes”. De inmediato DMG inscribió el nombre de la hija de Jellinek como marca registrada.
La aceptación del nombre de Mercedes como símbolo de una marca de élite y éxito deportivo llevó incluso a su inspirador a cambiar legalmente su apellido por Jellinek-Mercedes, probablemente el único caso en el mundo en el que un padre ha tomado como apellido el nombre de su hija.  De ahí en adelante el éxito de Daimler no tuvo freno,  el modelo Simplex alcanzó cifras de ventas inimaginables y conquistó compradores del más alto rango como el propio emperador Guillermo II. Ni siquiera un voraz incendio en 1903 en las instalaciones de Cannstatt pudo parar el desbordante éxito comercial de la firma. Por el contrario, sirvió para construir una planta más moderna en Untertürkheim donde, para beneficio de sus empleados, se producían también 4.000 limonadas diarias. Y fue precisamente la marca registrada Mercedes el aporte de Daimler en su fusión empresarial de 1926  con Benz & Co.  Los nuevos automóviles empezaron a llamarse Mercedes-Benz y su imagen se formó con la estrella de tres puntas de Mercedes rodeada por la corona de laurel de Benz. La palabra Mercedes se dispuso en la parte superior y la palabra Benz en la inferior. Sus primeros autos fueron las series 400 y 630 K que respondían a desarrollos anteriores. El primer auto realmente nuevo fue el Mercedes S, diseñado por Porsche y lanzado en 1927.

“Mercédès Adrienne Ramona Manuela Jellinek”

De ahí en adelante la historia se concentra en el posicionamiento de una de las más prestigiosas marcas de autos premium del mundo. Pero abandona para siempre la historia de la mujer que aportó su nombre: Mercédès Adrienne Ramona Manuela Jellinek , nacida el 16 de septiembre de 1889 en Viena. La aún más desconocida madre de Mercedes se llamaba Rachel Goggmann Cenrobert y era judía de origen sefardí. Tuvo también dos hermanos mayores: Adolph y Raoul Fernand y otros cuatro medio hermanos de padre, porque Rachel murió cuando la niña tenía tan solo cuatro años.

En 1909, Mercedes se casó en Niza con el barón vienés Karl Schlosser, de cuya unión nacieron Elfriede y Hans-Peter y después se divorció en 1926 , el mismo año de la fusión de DMG y Benz que inmortalizara su nombre, para dedicarse a promocionar el escaso talento del escultor Rudolf von Weigl, con quien se casó años después y quien murió de tuberculosis a los pocos meses. Mercedes nunca manejó -antes o después de ostentar su título de baronesa- ni tuvo uno de esos famosos automóviles que desde entonces llevan su nombre, porque al parecer los carros la tenían sin cuidado, aunque también circula la versión de que jamás la dejaron sacar licencia de conducción. En una sola de sus pocas imágenes conocidas aparece con sus manos al volante de un modelo de difícil identificación, fotografía que apareció sorpresivamente en un archivo privado en 2012.

Cantar era su pasión y por eso llegó a ser una soprano de efímero reconocimiento local, porque un cáncer óseo le causó la muerte el 23 de febrero de 1929 a los 39 años. Sus huesos vencidos reposan en el cementerio central de Viena donde es muy improbable que algún mercedófilo haya llegado con un ramo de flores para celebrar su vida.

Diez años después su hermano y escritor Ferdnand, cansado de persecuciones antisemitas, se suicidó justo en el inicio de la Segunda Guerra Mundial y los dos hijos de Mercedes, Elfriede y Hans Peter sufrieron en carne propia maltratos y arrestos por parte de la Gestapo antes de ser liberados por los Aliados en 1944. Nada más paradójico, porque en algunos de los más elegantes e icónicos modelos de Mercedes-Benz el führer y su plana mayor recorrieron las principales calles y ciudades de un país por entonces mayormente hipnotizado de falsa superioridad y enloquecido de odio.

Lo que sí queda muy claro es que su padre prefería a Mercedes sobre todos sus hermanos, tal vez porque la niña tuvo una muy precaria salud, y por eso colgó un retrato con su rostro en el Salón del Automóvil de París de 1902 cuando él era ya conocido como Monsieur Mercedes. Pero queda también claro que de todos los nombres de pila de la niña, prevaleció Mercedes sobre los demás. De lo contrario bien podríamos estar hablando ahora de los famosos Adriana-Benz, Ramona-Benz, o Manuela-Benz.

No en vano el significado del nombre Mercedes se asocia con gloria, liberación o recompensa y su origen con la Virgen de la Merced, y por eso es patrona y generala del ejército argentino, patrona de todos los recintos penitenciarios de Bolivia y de Colombia, de las fuerzas armadas de Ecuador y Perú, patrona principal de Barcelona, en España, República Dominicana y de la ciudad de Santiago de Cali.

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