Todo comenzó en el apartamento de mi abuela, donde estábamos haciendo unas reparaciones. Mi tía me pidió ayuda para bajar unas cajas al depósito, ubicado en un sótano al que raramente accedía. Mientras tomaba el ascensor, una visión impactante me detuvo en seco: un Mercedes Benz extraño, diferente, con aspecto de abandono o al menos con un polvo acumulado de varias semanas o meses que apenas dejaba ver un color sucio entre gris, azul y negro. Me fui acercando con precaución, como intuyendo una sorpresa, hasta que pude identificar un W 201 190E 2.6 con caja manual.
Para los entusiastas de los automóviles, encontrar un Mercedes 190E 2.6 es ya de por sí un hallazgo raro, pero este ejemplar llevaba un emblema AMG en el tablero de instrumentos y las sillas delanteras eran poco usuales. La intriga me invadió instantáneamente. Los rumores sobre la rareza de estos vehículos me habían llegado a través de amigos, y ahora tenía uno frente a mí.
De inmediato acudí al celador del edificio, Antonio, quien realmente no sabía nada sobre el carro pero me contactó con el dueño de entonces, un joven ingeniero que trabajaba en una fábrica de vidrios y lo había adquirido como auto para el pico y placa, sin tener la menor idea sobre su relevancia y valor.
Antonio me informó que el ingeniero podía atenderme el siguiente miércoles. Ese día crucial, fui con mi buen amigo Juan Sebastián al sótano para conocer más detalles del automóvil que no solo tenía las siglas AMG, sino que también emanaba una presencia con una fuerza inconfundible.
El proceso de compra fue emocionante, pero no estuvo exento de obstáculos. Necesitábamos las improntas para legalizar el vehículo. Al acudir con el tramitador, un desafortunado incidente ocurrió: por tocar una manguera del sistema hidráulico, que estaba cristalizada, todo el fluido rojo brillante comenzó a derramarse. Fue un momento crítico, y mi familia empezó a dudar, sugiriendo que esto podría ser una señal de advertencia para no comprarlo.
Sin embargo, mi pasión por los autos y mi conocimiento sobre su valor me impulsaron a seguir adelante. Era ya inevitable: ese Mercedes Benz 3.2 AMG, conocido como el “Baby Hammer” en el círculo de los coleccionistas, con caja tipo “dogleg”, 172 kw de potencia equivalentes a 231 HP, se convirtió en parte de nuestra familia. Este descubrimiento no solo fue una suerte de fortuna en tiempos inciertos, sino también una prueba de que, a veces, los grandes hallazgos llegan en los momentos más inesperados.
El Baby Hammer no es solo un vehículo, es una pieza de historia automotriz ya que fue fabricado en el momento que AMG aun no era filial de Mercedes Benz y cuando la ingeniería aún era clásica, entendiendo que eran vehículos de motorización atmosférica (no sobrealimentados). Según las fuentes especializadas más confiables, solo se hicieron 200 de estos Baby Hammer, lo cual incrementa su importancia nacional e internacional. Desde su adquisición, con el gran apoyo de mi tío, le he podido hacer ajustes y mejoras de rigor: suspensión, retoques, aceites, le conseguí los rines originales AMG y pude además verificar que soy su afortunado propietario No. 9 (el carro es del año 1993 y llego a Colombia por cupo diplomático en 1997), quizás el único que ha podido disfrutar su importancia y que su verdadero y original negro azulado (código 199) es el color original.
En el Mercedes-Benz FÜR FANS de noviembre de 2023, fue certificado por la organización Global Ranking como Mercedes-Benz único en Colombia en su serie y modelo y acaba de ser seleccionado para el libro 101 Mercedes-Benz sobresalientes de Colombia por MBenz.expert. Y así, lo que comenzó como una simple tarea de viernes aburrido, se transformó en el descubrimiento de un verdadero tesoro en el mundo de los automóviles. ¡Y todo gracias a los tíos!
